9 de mayo de 2011

Cadillac 101; Capitulo 1



Me desperté con los rayos del sol molestándome en la cara, me dolía la cabeza y sentía la garganta como si me hubiera puesto a tragar arena mientras dormía. El coche estaba vacío y me había estirado a lo largo de todo el asiento trasero ocupando los huecos de Donnie y Sam, dejando la cabeza apoyada debajo de la ventana por donde me daba todo el sol de lleno. Con la sensación de estar a punto de tener una insolación y ligeramente mareada intente abrir la ventanilla para que entrase algo de aire fresco pero sin querer accioné la palanca para abrir la puerta. Me encontré entonces con el cuello dolorosamente doblado hacía atrás asomándome a un mundo al revés: el mar ocupaba el cielo y las gaviotas volaban bajo él. El coche debía de estar en algún punto elevado, porque dos metros más adelante la hierba desaparecía y podía ver el azul oscuro del océano y toda la bahía. Tenía que estar a muchisimos metros de altura. A una horrible, horripilante y horrorosa altura en la cual peligraba mi vida. Las pesadillas volvieron a mi. Comencé a hiperventilar y a marearme imaginándome lo rápido que caería mi cuerpo hacía el suelo, como una bala, el viento azotándolo y el seco ruido que haría al impactarse en cualquier roca que hubiera allí abajo. Tenía los músculos agarrotados y la bilis se hacía paso a través de mi garganta. Tan llena de miedo estaba que no me dí cuenta de que habían abierto la otra puerta trasera, y un peso muerto cayo sobre mí cortándome la respiración. Solo en ese momento el bloqueo de mi cuerpo desapareció y pude levantar la cabeza.
- ¡Buenas días Lizka! - Jimmy se abraza a mi como un niño pequeño estruja su peluche preferido. Su sonrisa iluminaba el interior del coche.- Ven, levantate, hacen unas tortitas riquísimas.
- Jimmy, el mar, la a-altura... Aparta, aparta - termine gritando de la desesperación- ¡Aparta ya Jimmy joder!
Con cara de susto salió rápidamente de encima mío no sin antes clavarme las rodillas en las piernas y cayó de culo a la hierba. Logré levantarme mientras me daba vueltas la cabeza y mi piel se despegaba dolorosamente de los asientos de cuero. ¡Condenado infierno! Iba a morir de calor ahí dentro. Pase la mano por mi frente sudorosa apartándome el flequillo y me concentré en respirar tranquilamente hasta que dejó de nublarse mi vista. Solo entonces me dí cuenta de lo preocupado que parecía Jimmy sentado aun en el suelo con las piernas dentro del coche y forcé mi voz a que saliera entre la arena de mi garganta.


- Dame un poco de agua, Jimmy, por favor... Solo es un mareo -una sonrisa divertida cruzó su cara y se levanto guiñándome un ojo.
- Menudos aires de diva te dan las resacas. Así que fuiste tu quién se acabó el tequila anoche.
- Oh vamos Jimmy, por favor - farfulle molesta. Mi garganta se negaba a dar más de sí.- No lo volveré a hacer, lo prometo, pero tráeme el agua ya, que me muero.
- Hoy por ti, mañana por mí - se alejó canturreando con las manos en los bolsillos- Enseguida te la traigo.
Cerré los ojos, la cabeza me estaba a punto de explotar entre cada latido que amortilleaba mis sienes. La brisa salada llegó hasta mí refrescandome y recordé que un gran acantilado se abría justo a mis espaldas. La bilis volvió a trepar y gatee hasta salir fuera antes de vomitar en el coche. Caí rodando por la hierba y casi como un milagro, logré mantener el líquido en la boca. El volver a tocar suelo y poder estrujar algo de tierra entre mis dedos hizo que la ansiedad fuese desapareciendo poco a poco, así que me quede tumbada en el suelo, sintiéndome como un naufrago vapuleado por las olas que finalmente alcanzaba la costa. La brisa volvió a refrescarme ondeando en la hierba mucho más alta de lo normal, propia mas de una montaña o un bosque que de cualquier sitio turístico, tanto, que me ocultaba por completo. ¿Dónde habíamos aparcado? ¿y a dónde se había ido Jimmy? A mi alrededor solo podía ver árboles y más árboles. Me levante con miedo a que me diese de nuevo un ataque, pero volver a sentir la tierra bajo a mis pies me dio fuerzas, y me aleje del acantilado. A mi derecha pude ver un camino de tierra y, entre los arboles, parte de una casa roja de madera. Conforme me iba acercando se iban escuchando voces y no tardé en distinguir las voces de mis amigos, que charlaban riéndose. Jimmy me encontró a medio camino, con un vaso de agua en sus manos y una expresión ausente. Sonrió, me cogió de la mano y me arrastro hacía el porche de la casa roja, donde estaban sentados en unas mesa blanca Samantha, Donnie y Luke. Les acompañaban una pareja mayor, de unos setenta como poco, que les servían tortitas y bromeaban con ellos.
- ¿Y quién es la dormilona?- La abuela me miraba fijamente, de una forma que me recordaba que los domingos se va a misa, que morderse las uñas no es de señoritas y que una tarta de limón es el mejor postre para las tardes de verano. El recuerdo de mi madre me pilló tan desprevenida que Donnie respondió por mí.
- Esta es Lizka, nuestra pequeña robacarteras. Una vez consiguió quitarle la placa a un policía.- dijo orgulloso, mientras se lamia la mermelada de los dedos.
- U hum... - no sabía que contestar, ¿me iban a dar tortitas dependiendo de lo que respondiese? Porque me estaba muriendo de hambre. El abuelo soltó unas fuertes carcajadas mientras me pasaba un plato. Con su barba canosa y sus fuertes brazos parecía un viejo leñador.
- Recuerdo que una vez lo intente yo. Acabe en comisaria.
- Si, y tuve que vender la lavadora para pagar la fianza. Encantada querida, somos Garret y Lucy Wood, encontramos a tus amigos en la carretera sin una pizca de gasolina.
Luke pareció impermeable a mi mirada acusadora. Ayer me pase todo el día diciendoles que fuesen a rellenar el deposito, y al final unos abuelos nos tenían que haber remolcado. Esto se merecía tres aguadillas como mínimo. Saboreé las tortitas que sabían a gloria con miel mientras Samantha se disculpaba.
- Sentimos mucho todo esto. Les agradecemos la gasolina y este estupendo desayuno, sois unas grandes personas. No sé encuentra a gente como vosotros muy a menudo, la mayoría nunca ayudan.
- Bueno, somos gente tranquila, vivimos solos aquí en el acantilado sin que sucedan muchas cosas y cuando os vimos allí sabíamos que no os debíamos dejar, ¡si tenéis las mismas edades que mis nietos! - El abuelo paso a mirarme- Bonita, tu necesitarías algo de crema, estas muy roja. Seguro que te has quemado.
Genial.
- ¿Cuanto tiempo has estado bajo el sol? - pregunto Luke.
- Todo el tiempo que me habéis dejado dormida.- me encogí de hombros. Era mejor que no supiesen que casi tengo una insolación o me ahogo achicharrada en el cadillac. ¡Vamos, si todo el mundo sabe que hay que dejar una ventanilla un poco abierta cuando se queda el perro en el coche!
-Ven conmigo cariño.- dijo Lucy. Me resistí un poco, aun me quedaban dos trozos de tortitas en el plato pero con mi piel tan blanca necesitaba ponerme crema rápidamente o parecería un gusiluz. Me levanté de la mesa acabándome el vaso de zumo de un trago.
Corrección: No era un gusiluz, estaba tan roja que parecía una señal de stop. La abuela me puso varias cremas y la sensación de frescor me hizo sentir mejor. Después vino también Samantha y aprovechamos a asearnos y limpiarnos los dientes. Lucy no paraba de hablar y tratarnos con cariño. Nos enseñó toda la casa, hecha de madera y sencilla, con muchas fotos y un salón acogedor. En la habitación de invitados sacó dos vestidos blancos de sus hijas que nos regaló y al salir al porche rojo quiso hacernos una foto a todos para quedársela de recuerdo. Nos despedimos con besos y abrazos, encantados de conocerles y con promesas vacías de volver a vernos cuando volviésemos de San Diego. Además nos dieron mucha comida que tuvimos que meter en el maletero. Jimmy descubrió la botella entera de tequila y me miro confuso, pero me escapé de su mirada. No me apetecía explicar que el númerito de esa mañana se debía a mi miedo a las alturas, y no a una resaca como había creído él. Para todos yo lo había superado y Jimmy volvería a tratarme como un bebe si se enteraba. Aunque la perspectiva de tener todo el día encima a Jimmy no me desagradaba tanto. Siempre me había gustado y era mi debilidad cuando me intentaba hacer la dura, no podía negarle nada. Lo que no consiguieron psiquiatras en años lo hizo él con sus sonrisas. Le debía mucho, pero no iba a contarle nada. Me monté adelante con Luke para evitar preguntas y puse a The Strokes a todo volumen con la ventanilla bajada. No llegue a la sexta canción, me volví a dormir arrullada por el viento.

1 :

SuthYourMouth dijo...

Me encanta Vikoo! o sigue ya porfavor o te cortaré en pedacitos a cada segundo que me dejes sin el siguiente capítulo!
con amor..lauraa^^ jajaj